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sábado, 31 de agosto de 2019

El “Síndrome X”

Figura: El "Síndrome X".
El “síndrome X” (“sx”) es una entidad clínica de naturaleza heterogénea, caracterizada por la presencia de dolor precordial típico (angina de pecho), alteraciones electrocardiográficas isquémicas en la prueba de esfuerzo (descenso del segmento ST), y arterias coronarias angiográficamente normales. Tanto el dolor torácico, como el descenso del segmento ST (sST) que se observa en los pacientes portadores de “sx”, sugieren la existencia de isquemia miocárdica. Esta es la razón por la cual la mayoría de estos pacientes terminan siendo sometidos a una cineangiocoronariografía selectiva (cateterismo).
En 1973 Kemp utiliza por primera vez el término “sx” en un comentario editorial sobre un trabajo publicado por Arbogast y Bourassa. En este estudio, los autores comparaban la respuesta de la función ventricular al marcapaseo auricular en pacientes con enfermedad coronaria (grupo “C”) y pacientes con arterias coronarias normales (grupo “X”). Con sorpresa, los autores observaron que la función ventricular era normal en los pacientes del grupo “X”, a pesar de los cambios electrocardiográficos del sST y de la producción miocárdica de ácido láctico. En su artículo editorial, Kemp se refirió a los pacientes del grupo “X” de Arbogast y Bourassa, como afectados por el “síndrome X” e identificó algunas de las características más importantes del mismo como la angina con arterias coronarias normales; su naturaleza heterogénea y la probabilidad de un posible origen isquémico; al menos en parte de los pacientes.
Para el diagnóstico de este síndrome, se requiere la exclusión de otras causas de dolor precordial, tanto cardíacas como extracardíacas, tales como la hipertrofia ventricular izquierda, la hipertensión arterial sistémica, las enfermedades valvulares, las miocardiopatías de diverso origen, la diabetes y el espasmo coronario (véase también el apartado de Dolor de Pecho).
Clínicamente, el dolor en el “sx” es de inicio gradual. Se localiza habitualmente a nivel del centro del pecho y se irradia hacia el brazo izquierdo y la mandíbula, y se lo relaciona fundamentalmente con el esfuerzo. A pesar de estos rasgos característicos de las anginas de pecho típicas, el dolor precordial en los pacientes con “sx” tiene una serie de manifestaciones atípicas, tales como la frecuente aparición del dolor en reposo, la duración prolongada de los episodios anginosos y la escasa respuesta a la administración de los nitritos sublinguales.
Desde el punto de vista fisiopatológico, se han postulado dos teorías principales acerca del posible origen de esta entidad. En primer lugar, la alteración de la percepción dolorosa en estos pacientes, lo cual implicaría ausencia de isquemia miocárdica, vinculado con una posible disminución del umbral doloroso (hipersensibilidad al dolor). En segundo lugar, la presencia de una verdadera isquemia miocárdica vinculada con alteraciones de la microcirculación coronaria (angina microvascular); como se ha demostrado en estudios de perfusión miocárdica, donde se observó una marcada reducción de la reserva coronaria y alteraciones metabólicas compatibles con isquemia (producción de ácido láctico); así como también, en hallazgos ultraestructurales de pacientes con “sx” que finalmente desarrollaron una miocardiopatía dilatada. Otros mecanismos posibles implicados en la génesis del “sx”, consistirían en una alteración del tono simpático a nivel cardíaco, el aumento de los niveles de péptidos endógenos (adenosina, neuropéptido, endotelina), y la disfunción endotelial, entre otros.
En cuanto a la incidencia, se ha observado un discreto predominio del “sx” en el sexo femenino, especialmente en la etapa de la perimenopausia; lo cual sugeriría que la deficiencia de estrógenos (17-b-estradiol) podría tener también alguna implicancia en el desarrollo de este síndrome.
El diagnóstico del “sx” resulta de la exclusión por descarte de las patologías anteriormente mencionadas, ante la positividad de pruebas funcionales tales como la ergometría y el electrocardiograma holter 24 horas, que revelan las alteraciones electrocardiográficas del sST y/ó la gammagrafía que revela signos de isquemia miocárdica (alteraciones de la motilidad parietal, caída de la fracción de eyección ventricular), en un paciente sintomático que presenta arterias coronarias normales.
Respecto a los pacientes sin signos de isquemia miocárdica evidenciable; el uso de fármacos tales como la imipramina ó la aminofilina, se utilizan para el tratamiento del dolor; asi como también, la estimulación nerviosa eléctrica transcutánea (TENS) ó la estimulación medular, que se utilizan en los pacientes coronarios con enfermedad aterosclerótica avanzada, sin posibilidades de revascularización. En las mujeres con déficit de 17-b-estradiol se debe considerar la terapia sustitutiva con estrógenos.

jueves, 22 de agosto de 2019

El Dolor de Pecho

Figura: Dolor de origen coronario.


El dolor de pecho ó precordialgia, es un síntoma habitual de consulta en la práctica médica cotidiana; casi siempre vinculado con el hecho y la sospecha por parte del paciente, de poder llegar a ser víctima ó tener, una manifestación clínica secundaria a una afección de índole y/ó naturaleza cardiovascular. Lo cierto es que son numerosas las causas y las afecciones, de distinta etiología (origen) que pueden llegar a producir y desencadenar este síntoma.
Ante un paciente que presenta dolor precordial (o de pecho) resulta de suma importancia conocer una serie de elementos orientativos fundamentales para establecer un diagnóstico correcto del mismo.
La forma de presentación ó comienzo, que puede ser brusca y repentina, ó lenta e insidiosa; el tipo de dolor, que puede ser punzante (el paciente lo señala con la punta del dedo), u opresivo (que aprieta ó comprime), gravativo (sensación de peso sobre el pecho), lacerante (que desgarra), urente (que arde ó quema); la coexistencia ó no de irradiaciones (o desplazamientos del dolor): hacia el dorso, la mandíbula, el brazo izquierdo ó la región del epigastrio (boca del estómago), entre otras; la intensidad, de grado leve, moderado ó grave; y la duración: breve (segundos ó minutos) ó prolongado (horas), nos brindan ayuda e información acerca del posible origen del dolor. El momento de aparición: matinal, vespertino, nocturno; las situaciones y/ó circunstancias desencadenantes (como el stress, esfuerzo físico, exposición al frío, postprandial); así como también los factores agravantes (movimientos respiratorios, cambios de posición) y/ó atenuantes (reposo, ó administración de analgésicos comunes, nitritos sublinguales u otros procedimientos) resultan también orientadores.
Las dos manifestaciones clínicas más frecuentes de dolor precordial de origen cardiológico, la constituyen: a) la angina de pecho (AP) y b) el infarto agudo de miocardio (IAM); ambas vinculadas con procesos obstructivos de las arterias coronarias (vease apartado de ateroesclerosis). La primera de estas dos formas clínicas (AP) se caracteriza por un dolor precordial opresivo (angor=angustia) de una intensidad leve a moderada, con o sin irradiaciones hacia las localizaciones habituales (lo típico es hacia el brazo y antebrazo izquierdo) y de breve duración (minutos); que usualmente cede con el reposo y con la administración de los nitritos sublinguales. El sustrato orgánico de la AP se vincula con la obstrucción parcial de una ó más de las arterias coronarias del corazón; en el contexto de un paciente con antecedentes y/ó factores de riesgo cardiovascular (mayor de 50 años, fumador, hipertenso, dislipémico, diabético ó con sobrepeso corporal y/ó stress). Por otra parte, el IAM suele provocar un dolor opresivo intenso y prolongado (a veces horas de duración), con sensación subjetiva de muerte inminente; acompañado de manifestaciones vagales (tales como palidez por vasoconstricción, sudoración fría profusa, frialdad de las extremidades); en el mismo contexto de paciente que en la AP, por obstrucción total de una ó más de las arterias coronarias.
Según la irradiación del dolor (cuando existe), se puede llegar a presumir con relativa certeza, la arteria coronaria que se halla comprometida: Así si el dolor irradia hacia la mandíbula (maxilar inferior) es factible el compromiso de la arteria descendente anterior (Da); si la irradiación es hacia el dorso (región interescapular) sugiere el compromiso de la arteria circunfleja (Cx); y finalmente si la irradiación es hacia el epigastrio (boca del estómago) indica la posibilidad del compromiso de la arteria coronaria derecha (Cd).
A su vez, los dolores precordiales lacerantes ó gravativos intensos acompañados de síntomas vagales y estado de shock; son sugestivos de una disección y/ó fisura de aneurisma de aorta torácica ó de un tromboembolismo pulmonar. El dolor urente irradiado al epigastrio suele verse en las gastritis y esofagitis por reflujo (hernias hiatales). Si se exacerba con los movimientos respiratorios y se acompaña de fiebre, puede ser indicativo de un proceso inflamatorio del pericardio (pericarditis) ó de la pleura (pleuresía ó pleuritis). Finalmente los dolores de tipo punzante, localizados, que se incrementan con la compresión manual, suelen obedecer a procesos inflamatorios de la pared torácica (xifoidinia ó síndrome de Tíetze); como así también, aquellos que son referidos a la región mamaria ó submamaria izquierda, suelen acompañar a los estados de angustia, stress y ansiedad psíquicas.

miércoles, 21 de agosto de 2019

La Hipertensión Arterial

Figura: Corazón y grandes vasos.


La hipertensión arterial (HTA) se define como el aumento de la tensión arterial (fuerza ejercida por la presión de la sangre sobre la pared arterial), por encima de los valores considerados normales para la edad y el sexo, en condiciones basales (de reposo); en dos ó tres determinaciones sucesivas. Se considera una presión arterial normal a la de 140/90 mmHg, en los pacientes menores de 60 años, y a la de de 160/90 mmHg, en los pacientes mayores de la misma edad. Es considerada una HTA limítrofe ó borderline, aquella cuyas cifras oscilan en un rango entre los 140/90 mmHg y los 160/90 mmHg, respectivamente.
Puede aparecer en forma esporádica y transitoria; ante determinadas situaciones de stress psicológico, social ó emocional (HTA Lábil), o manifestarse en forma crónica y sostenida; prolongándose a lo largo de toda la vida del paciente (HTA Fija). Según los valores de la tensión arterial diastólica (TAD); la HTA Fija puede ser de grado leve (entre 95-104 mmHg de TAD), moderada (entre 105-109 mmHg de TAD) ó grave (cuando supera los 120 mmHg de TAD). En ambos casos, se caracteriza por la acción deletérea ejercida por la misma, sobre la integridad del sistema cardiovascular (corazón y grandes vasos), cerebro y riñones, entre otros órganos de la economía. Desde el punto de vista epidemiológico, es la enfermedad cardiovascular más frecuente; particularmente en los hombres hasta los 50 años de edad (luego la relación se invierte) y con una fuerte carga genética predisponente (herencia) en ambos sexos. Constituye uno de los principales factores de riesgo cardiovascular, en el desarrollo de otras enfermedades cardiovasculares (cardiopatía isquémica ó coronaria); pero afortunadamente, es factible de modificar su curso con el tratamiento y las medidas de tipo higiénico-dietéticas. Se distinguen dos grandes formas de HTA: la primaria, esencial ó idiopática que no tiene una causa claramente definida y sí una fuerte predisposición genética; y la secundaria a causas hormonales (enfermedad de Cushing), renales (nefrogénica) y aórticas (coartación aórtica congénita). Lo habitual es que ambos registros de la curva de presión arterial (máxima ó sistólica y mínima ó diastólica) se eleven juntas, o sea HTA sistólica e HTA diástólica. En algunas ocasiones, se eleva sólo la tensión arterial máxima: HTA sistólica; lo cual suele ocurrir en personas mayores con aortas rígidas (ateroesclerosis), en sujetos jóvenes hiperdinámicos (con aumento del tono simpático), en la tirotoxicosis (hipertiroidismo), y en mujeres embarazadas (eclampsia).
El exceso de peso corporal (sobrepeso, obesidad), la ingesta inapropiada de sal común (cloruro de sodio), la respuesta neurohumoral inadecuada y el sedentarismo, se han identificado como factores contribuyentes al desarrollo de la HTA. Desde el punto de vista clínico, la HTA puede cursar en forma silenciosa ó asintomática, siendo detectada en los controles médicos rutinarios de diversa índole (chequeos) ó llegar a producir la muerte en forma repentina e inesperada (muerte súbita). Los signos y síntomas habituales referidos por el paciente hipertenso son: cefaleas (dolor de cabeza): que pueden ser pulsátiles ó no; generalmente referidas a la región de la nuca (occipital) y que no ceden con los analgésicos comunes; epistaxis (hemorragia nasal); sensación de “hormigueo” ó parestesias; ansiedad ó nerviosismo; temblores; palpitaciones: latidos fuertes referidos al cuello ó al pecho, generalmente vinculados con arritmias cardíacas; sensación de inestabilidad ó mareos; precordialgia (dolor de pecho): por disminución del riego sanguíneo cardíaco; disnea ó sensación subjetiva de “falta de aire”, generalmente por “fallo cardíaco”, entre otros. La metodología diagnóstica de esta enfermedad incluye: análisis de laboratorio en sangre y orina, electrocardiograma basal y eventualmente de esfuerzo (en los casos de HTA borderline), radiografía del tórax, presurometría (o monitoreo ambulatorio de la presión arterial en las 24 horas), electrocardiograma holter 24 horas (en los casos de arritmias cardíacas), el ecocardiograma bidimensional ó doppler (para evaluar los vasos del cuello) y el exámen del fondo de ojo, que informa el grado de HTA por visualización directa de las arterias retinianas. El tratamiento médico se basa fundamentalmente en medidas de tipo higiénico-dietéticas: disminución del peso corporal en los casos de sobrepeso y obesidad; combatir el sedentarismo, mediante el ejercicio físico, particularmente de tipo aeróbico; modificaciones del estilo de vida (restricción del consumo de alcohol, tabaco y sal en la dieta) y finalmente los fármacos antihipertensivos destinados principalmente a modificar la respuesta neurohumoral inadecuada, relajar el músculo liso vascular y disminuir la cantidad de sodio corporal.-